Antes del comienzo. Crónica de los tiempos que no fueron.
Él era la caótica armonía de la creación.
El todo superior a la suma de sus partes.
El lugar infinito en el que se ubicaba el espacio.
El instante eterno que abarcaba al mismo tiempo.
Las simas entrópicas en la que bullía la vida.
Él era la existencia.
Él era el poder.
Él era Avjaal.
En su interior El Todo permanecía en su violenta calma, cuando una de sus partes se hizo presente por encima de las demás, otorgándole la consciencia sobre su mismo ser.
La consciencia trajo la necesidad, así como la necesidad traería el deseo. El deseo de no sentirse sólo.
Así que Avjaal, destruyendo su Yo infinito, creó a Los Primeros: Los poderes primigenios, aquellos que le harían compañía, y les imbuyó con el don de la consciencia.
Así, a la necesidad y el deseo se les unirían nuevos hermanos: Namak, Enaí, Tayshar, Suritán, Ytahc y Kestra.
Los Primeros eran esencia pura. Nombres sin contexto o significado. Entes primarios carentes de intención o deseo. Movimiento sin objetivo ni destino. Seres casi infinitos, limitados únicamente los unos por los otros. Pero al mezclarse con el deseo, cada uno de ellos reaccionó de distinta manera.
Cada uno de ellos sería origen, portador y avatar de nuevos axiomas. De nuevos poderes que despertarían en aquel universo aún por nacer. Así llegarían la empatía y la aversión, el estatismo y el cambio, la luz y la oscuridad. Así llegarían los opuestos. Opuestos que se atraían y se repelían. Hermanos que se necesitaban y se odiaban. Poderes que colisionaban.
Y hubo conflicto.
Un batalla eterna, pues no existía el tiempo.
Los Primeros se agredían y mezclaban. Desgarrándose para dar origen a nuevos poderes. Creando una miríada de realidades a partir de sus mismas esencias.
Pero Namak descubrió que el conflicto le alimentaba y de cada nueva batalla obtenía más poder. Y, cuanto más poder poseía, más deseaba. Así que, embriagado por las ansias de omnipotencia, Namak atacó a Avjaal en un combate que resquebrajó aquel momento eterno de creación, amenazando a toda la existencia.
Así que Avjaal, abandonando su faceta de creador, se convirtió en el fin de todas las cosas y acabó con Namak. Y con aquella acción, el primer acto de destrucción, nacerían los tres últimos poderes: Baal, el destructor, Sakuradai, el tiempo y Layga la vida.
Estaba en duda entre «Cronicas de los tiempos que jamas existieron» y «Cronica de los tiempos que no fueron»
Bueno, la verdad es que sigo en duda.
Pues a mí me gusta más lo de «que jamás existieron». Pero para gustos, colores…
Por cierto… esto no tiene RSS? es para estar al tanto cuando actualices…
A mi también me gusta mas, lo que pasa es que se supone que esto sucede antes de que existiese el tiempo, por eso no quería usar referencias temporales. Pero igual es hilar muy fino.
Con respecto a lo de los RSS si que tiene, lo que pasa es que, al parecer, no replican las modificaciones sobre las entradas, que es lo que ha sido esto.
Yo me inclino por «que no fueron», oiga.
Un creacionismo clásico, con su dios omnipotente del que surgen nuevos dioses que guerrean y rechinan los dientes. Me recuerda un poco al panteón de la Dragonlance (un dato positivo, por cierto).
Me gustaría leer más detalles sobre las primeras entidades surgidas de Avjaal, cómo reaccionaban ante la consciencia y el deseo, cómo interactuaban entre ellas, etcétera.
No especialmente original pero sí interesante. ¡Vítores y fanfarrias!
Bueno, aún no se habla de los dioses.
No digo que sea original (es complicado serlo con los orígenes universales) pero si que trato de dar un enfoque distinto.
El tema de las reacciones… no hay mucho que decir. Eran entes muy primarios y reaccionaban de esa manera. Hasta que no comenzó el tiempo no aparecerían su semillas, que sí que eran algo más complejos y más «humanos»
Pero eso será en la siguiente entrada:
Interludios y comienzos. Barreras, metafísica y conceptos. El establecimiento de los planos.
Pues yo me quedaría con «Crónica de los tiempos que nunca fueron» 😛
Que bonito es que te ayuden tus amigos