LOS KIRANU


Kiranu
    Llegaron en un día soleado. Su gran vehículo pasó sobrevolando desde la zona del puerto hasta la plaza central, donde  no llego a posarse, sino que se quedo levitando a escasa distancia del suelo.
 Entonces la mitad superior de la gran piedra que era su vehículo se separo de la otra mitad dejando ver a los primeros viajeros que salieron de el. Se trataba de dos hombres que saltaron del interior de la piedra, y aterrizaron en el suelo sobre brazos y piernas, encorvados como si se tratara de unos animales. No iban vestidos mas que con unos collares y sus expresiones se asemejaban mas a las de un animal que a las de un hombre, y como si de un perro se tratara, se volvieron hacia la piedra como esperando la llegada de sus amos.
    Sus amos no tardaron mucho en salir, y su visión provoco una oleada de comentarios entre todos los que allí nos encontrábamos congregados, pues nadie había oído nunca hablar de esos seres. Su apariencia era humanoide, pero claramente no eran humanos. Sus rostros no mostraban emoción alguna, y en el solo se podían contemplar una serie de tatuajes que hacían extraños dibujos sobre el, y dos ojos, ni cabello, ni boca ni nariz ni orejas. Dos ojos que miraban impasibles a los que allí estabamos. Nada mas se podía contemplar de sus cuerpos que estaban cubiertos por largas túnicas.
    Dos de estos seres descendieron del extraño bajel levitando, y como su nave había hecho, se quedaron suspendidos en el aire a poca distancia del suelo, y comenzaron a avanzar hacia la mansión del consejo, siempre con sus esclavos precediéndoles corriendo ante ellos a cuatro patas.
    La gente se apartaba a su paso abriéndoles camino, pero por aquellas zonas por las que pasaban estas criaturas la gente caía como bruscamente empujada por unos brazos invisibles.
    Finalmente llegaron a la mansión, donde los guardias les cerraron el paso, pero también estos fueron apartados sin que las criaturas movieran un brazo, mientras el portón de la mansión se abría solo.
    Tras la entrada de las criaturas el portón se cerro, y la gente comenzó a murmurar nuevamente sobre las criaturas. Mientras tanto, el tiempo pasaba, y no se escuchaba ningún sonido procedente del interior. Hasta que de repente, la gente dejó de hablar, y comenzaron a irse como si no hubiera sucedido nada. Pregunte a la gente, y nadie sabia porque había ido ahí, ni recordaban la llegada de los extraños. Y entonces lo vi salir.
    Flotaban a gran altura llevando a sus esclavos y moviéndose sobre los edificios como mecidos por el viento. Su velocidad era mayor que cuando habían llegado, y esta vez la gente no alzaba la vista para observarlos sino que seguían caminando como si las sombras que proyectaban los extraños sobre el suelo les fueran invisibles.
    Finalmente llegaron a su bajel, y tal como habían llegado desaparecieron, pero esta vez solo el silencio les seguía, pues nadie los contemplo mientras se iban.
    A veces pienso que estoy loco, y que solo fueron imaginaciones mías, pues por mucho que busco no encuentro a nadie que como yo, recuerde estos hechos, pero se que estoy cuerdo, y una voz en mi interior me dice que volverán, y que cuando vuelvan la gente no lograra olvidarse de ellos.

    En los últimos dos años, testimonios como este se han sucedido por todo el continente. Descripciones sobre la llegada de los Kiranu y su posterior partida, de los cuales solo pocas personas tienen recuerdo. Nadie sabe de donde vienen, nadie sabe que es lo que pretenden, nadie sabe cuando volverán. Pero aquellos que los han contemplado y los recuerdan no esperan nada bueno de ellos cuando regresen.