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Esta historia
comienza como todas las historias que merecen ese nombre, con una guerra.
Dos pueblos orgullosos
luchaban por un pedazo de tierra. Los humanos de la ciudad de Ramstaj luchaban
contra los Elaen de Nait. Era una lucha que duraba desde muchas generaciones,
y hacia ya mucho tiempo que ninguno de ellos esperaba que esta pudiera
acabar, la guerra se había convertido en una tradición, y
ya no sabían porque luchaban.
Pero el destino quiso que
ambos señores de hombres desearan el final de los conflictos al
mismo tiempo, y que rezaran a los oscuros señores a los que adoraban
en mismo momento. Amresh de Nait pidió a Taranaqu, el de la mirada
que mata, que le diera poder para finalizar y salir victorioso de la guerra,
mientras Lugustán de Ramstaj pedía a Haesh, el oscuro, lo
mismo.
Y por primera vez en generaciones
los oscuros señores respondieron a los rezos y sacrificios, y con
una sola voz respondieron a ambos señores de hombres.
Lo que no has sido capaz
de solucionar tu ni tus antepasados lo finalizará tu hijo. De ti
nacerá aquel que sembrara la destrucción a su paso, quien
provocará el terror entre los hombres.
Estaba hecho, pues cuando
los inmortales hablan, aquellos que escuchan su voz solo pueden obedecer,
y así, esa misma noche, todas las mujeres de ambas ciudades quedaron
embarazadas, y lo que nació de aquel acto ya no era humano, pues
ellos fueron los primero Haeg y Tarnaq, los destructores y los dominadores.
Y como había sido
dicho, la guerra entre los dos pueblos finalizo con ellos, pues ellos no
se odiaban, tenían un objetivo común, algo que sus padres
no habían soñado. La isla que los albergaba era demasiado
pequeña para sus ansias, y pronto el mundo sabría de ellos,
y los temería. Igual que los temieron sus padres antes de morir
a sus manos.
Hay muchas teorías sobre
el posible origen de los Tarnaq. La teoría mayoritariamente aceptada
es la leyenda antes citada. Esta sugiere que son el resultado de la mezcla
entre una Elaen y un Kurbun, aunque hay otros, como los adoradores de Ytahc,
los cuales aseguran que se trata de una raza que fue corrompida durante
su gestación en el huevo del legado.
Sea como fuere, la realidad
es que los Tarnaq están muy mal vistos en casi todo el mundo. En
parte por su aspecto, en parte por la sociedad que poseen en Tarnaq, y
en parte por el “dominio”. A esta fama también ayudo su primera
aparición en el continente junto a los Haeg, durante la cual conquistaron
rápida y brutalmente las tierras que hoy conforman su país,
y su posterior alianza con los Harst del Heraldo del Caos.
Descripción Física:
El tamaño de los Tarnaq
es la razón por la cual se les supone un parentesco con los Elaen,
ya que al igual que estos pueden llegar a alcanzar los tres metros de altura,
asimismo, también son muy fuertes y de anchos brazos y espaldas
como estos, llegando a pesar doscientos cincuenta kilos habitualmente.
Las hembras tienden a ser mas bajas y su figura suele ser mas estilizada
que la de los machos.
Su piel suele tener un color
terroso y de una resistencia similar a la de los Elaen. Los rasgos algo
bestiales de su rostro hicieron que los primeros hombres del continente
que los contemplaron los tomaran por bestias sin inteligencia, y los dos
cuernos que salen de la parte superior de su cabeza y que se dirigen hacia
la parte posterior de esta ayudo a que esta idea se afianzada en aquellos
primeros tiempos.
La principal diferencia física
entre los machos y las hembras, a parte de la altura y peso, es que las
hembras poseen orejas, ya que el oído de los machos es interno,
y también poseen cabello, aunque solamente en la cabeza, asimismo
sus rasgos faciales son mas similares a los de los humanos, aunque suelen
poseer unos rasgos fieros.
En su rostro se pueden contemplar
también dos parejas de ojos sin pupilas. La pareja que se encuentra
situada mas alta son los llamados ojos de poder, y por lo general suelen
llevarlos cerrados. Estos ojos son los que les permiten llevar a cabo el
“dominio”. Es gracia a ellos que pueden controlar a los Haeg, y pueden
tratar de controlar a otras criaturas. Generalmente suelen llevarlos cerrados,
y cuando los abren suele indicar una señal de desafío hacia
aquel a quien están mirando. Este desafío no suele ser tanto
físico, sino que suele consistir en una lucha de voluntades. Mas
que la fuerza bruta o la destreza física, los Tarnaq suelen respetar
la fuerza de voluntad de las personas, y se dice que nunca tendrás
un amigo Tarnaq si no has sido capaz de resistir su dominio. Esta es una
de las razones por las que los Haeg son tratados como esclavos por los
Tarnaq, ya que estos parecen ser especialmente susceptibles al dominio.
Esto no quiere decir que no sean capaces de apreciar otro tipo de capacidades.
De la parte inferior de su
columna sobresale una cola. Esta generalmente suele llegar hasta el suelo,
y es una extremidad mas para ellos a todos los efectos, ya que la controlan
perfectamente como si fuera un brazo o una pierna, aunque tienen menos
fuerza en esta que en las demás extremidades.
Sus pies tienen dos dedos
cada uno, mas un espolón trasero.
Pueden ver perfectamente en
la oscuridad completa. |