Paz. Es increíble la cantidad de atrocidades
que cometemos en nombre de la paz y el entendimiento entre las gentes.
Cada vez me cuesta mas convencerme de que lo que hago es para conseguirle
a mi gente un futuro mejor y no por pura y simple ambición y muchas
veces me pregunto: Si mis métodos cada vez me convencen menos, ¿como
puedo esperar que lo hagan a aquellos que resultan perjudicados por ellos?.
¿Como puedo esperar que la gente crea en mi, cuando mi mensaje pide
la libertad de todas las personas y yo le he quitado esa libertad a todo
un pueblo?. Pero lo que mas me entristece de esta situación, es
saber que soy la mejor opción que tiene mi pueblo para conservar
la paz..
Darus Hardhitter
Así que queréis conocer mi historia y
la de mi pueblo. Bien pues sentaos y no tengáis prisa pues esta
es una historia larga y triste. Mi nombre es Darus Hardhitter y nací
cuando los años no eran contados y mi pueblo se escondía
de los humanos.
Señor Inmortal de Trollellom Sumo sacerdote de Arcthuran Vivíamos felices en la oscuridad junto a nuestros hermanos menores1 pues sabíamos que Arcthuran, el señor de las profundidades, nos protegía de los enemigos de mas allá de los túneles. La vida era sencilla, trabajar en las fuentes de Graath2 para conseguir la comida necesaria y después de trabajar estar con los amigos. Cada persona hacia lo que mejor sabia hacer. Los cazadores traían pieles de Krothares y Grithsani, para que los artesanos hicieran trajes para protegernos del frío de las profundidades, los maestros herreros forjaban en frío3 armas y armaduras para que los guerreros nos protegieran de los ataques Haeg y de la gente de mas allá de los túneles. Al no conocer el día y la noche trabajábamos cuando lo veíamos necesario y cuando nos cansábamos dormíamos. Había oído historias que contaban los
ancianos sobre los habitantes de mas allá de los túneles,
contaban que poseían artefactos que nos hacían sentir4
mal nuestro entorno lo que les daba una ventaja aterradora, pero nunca
había dado crédito a tales palabras, por aquel entonces hacia
mucho tiempo que los humanos no atacaban nuestras ciudades y mas tiempo
aun desde que uno de nosotros hubiera visto el fuego o la luz.
Ante mi se encontraba la fuente de la luz que había
fulminado mi percepción, esta, provenía de una grieta palpitante
que se abría y cerraba pausadamente y, que como una herida abierta
en el mismo corazón de la tierra, desprendía un liquido que
se secaba nada mas abandonar la grieta. Reuniendo los últimos resquicios
de mi maltrecho valor, me introduje en la grieta y, cual fue mi sorpresa,
cuando nada mas entrar en ella me invadió una sensación de
tranquilidad como nunca antes había sentido. Me sentía uno
con la tierra como si acabara de llegar a un hogar que llevara buscando
toda mi vida. Con ánimos renovados avance por la abertura cuyas
paredes estaban recorridas por grietas que desprendían una luz rojiza
que parpadeaba constantemente y desprendían un liquido similar al
de la entrada que creaba formas cristalinas de increíble belleza
al entrar en contacto con el suelo. Estaba tan absorto con estas maravillas
que no vi que me acercaba a un pozo sobre el que me precipite sin poder
evitarlo.
Me desperté en una caverna. Había recuperado mi percepción y toqué mi pecho que debía estar aplastado y me sorprendí al encontrarlo intacto. Poco después me llego una ráfaga de aire que me obligaba a retroceder. Tras caminar unos pocos metros con gran esfuerzo, escuche dos voces que discutían en un extraño idioma y que hacían retumbar la caverna en la que me encontraba. Continué avanzando por el túnel sin comprender lo que me estaba sucediendo, todo había pasado tan rápidamente que no era capaz de asimilarlo. Mi mente se negaba a reconocer que estaba muerto. De repente el túnel desapareció dejándome flotando en compañía de miles de seres sin forma que revoloteaban a mi alrededor, en el centro de la escena, se alzaban dos seres cuyo tamaño dejaba en ridículo al de la criatura que me había matado. Su sola presencia hizo que una sensación de inquietud recorriera hasta la ultima fibra de mi ser. Poco tarde en darme cuenta de quienes eran. Arcthuran y Evyal, El Gran Dragón y El Señor de la Tierra de los Muertos. Cada vez que uno de ellos pronunciaba una palabra me veía empujado como azotado por el mas poderoso de los huracanes. Parecían enzarzados en una discusión en la que ninguno de los dos quería ceder, poco a poco el volumen de sus voces fue aumentando hasta que, de repente, tan bruscamente como había comenzado la discusión ceso, y los dos seres se volvieron hacia mi y me miraron como quien examina un insecto que pasa por delante. Después sin media una palabra mas desaparecieron, y yo me encontré repentinamente pesado y comencé a caer dejando restos de mi ser desperdigados por el aire mientras me precipitaba. Súbitamente recupere el conocimiento a tiempo
para ver como mi pecho se iba regenerando, provocándome un dolor
aun mayor al del golpe que lo había causado, como recordándome
que mi anterior experiencia no había sido una pesadilla. Nuevamente
me encontraba en la caverna del legado. Me levante y me acerque a este
sin saber bien que era lo que estaba haciendo, me sentía atraído
por él sin poder hacer nada para remediarlo. La criatura que se
encontraba en su interior asumía nuevas formas con cada uno de mis
parpadeos, hipnotizándome, atrayéndome con una mano invisible.
Cuando ya estuve cerca, alargue mi mano intentando tocar a la criatura,
atravesé la esfera como si esta no existiera y toque al ser que
en ella habitaba, al instante me vi asaltado por todo tipo de sensaciones
que me desorientaron y me hicieron retroceder mientras la criatura crecía
hasta desbordar la esfera que exploto inundando la gruta de luz.
Estuvimos volando hasta que el anochecer nos sorprendió, descubriendo nuevos paisajes y disfrutando de casa instante. La vista comenzó a fallarme con la llegada de la oscuridad y, cual fue mi sorpresa cuando al cerrar los ojos para descansar la vista volvió a mi el sentido oscuro. En la lejanía vislumbre movimiento de una gran masa de seres y, me acerque buscando establecer contacto con los habitantes del mundo de la superficie. Lo primero que me sorprendió al llegar fue su apariencia, los pocos supervivientes de los encuentros con ellos siempre los habían descrito como criaturas informes de tamaños colosales y, lo que yo sentía eran seres muy parecidos a mi mismo pero mas pequeños, tanto fue así que en un principio los confundí con nuestros hermanos menores, pero al acercarme mas me apercibí de que eran demasiado pequeños para pertenecer a esa raza. Me acerque todavía receloso esperando alguna horrible mutación del gentío en cualquier momento, pero según descendía Calathil, los humanos que nos iban viendo huían despavoridos lo cual me produjo una extraña sensación de gozo. Calathil continuó descendiendo hacia la ciudad humana hasta que se detuvo a un palmo del suelo momento en el cual descendí de su lomo. Sentía a mi alrededor la presencia de muchos humanos agazapados entre sus edificios, les salude pero no entendían mi idioma, así que espere a que se calmaran o llegara alguno de sus sabios. Poco tiempo tuve que esperar pues enseguida oí a mi espalda una voz femenina pronunciar una palabra “Harag7”, solo con esta palabra los humanos que estaban escondidos salieron y, comenzaron a hablar entre ellos repitiendo constantemente ese nombre. Me volví hacia la humana, era mas pequeña que los humanos que la rodeaban pero a pesar de ello estos parecían respetarla y, ella no parecía temerme como sus congéneres. Se acerco a mi con un aureola de confianza que me impresionó y me hablo con seguridad.. A pesar de no entender lo que decía me pareció entender en sus palabras una petición de ayuda. Poco a poco su voz fue ganando en fuerza y, cada una de sus palabras parecían enfervorizar a la gente que nos rodeaba hasta que estos estallaron en vítores y se abalanzaron sobre mi alzándome en el aire. Tras este recibimiento comenzó una gran fiesta, que duró hasta el amanecer, y en la que tuve oportunidad de probar los alimentos, bebidas y mujeres de la superficie. Cuando desperté a la mañana siguiente,
recordaba los sucedido hasta ese momento como un sueño, pero me
basto abrir los ojos para que esa idea desapareciera de mi mente. A mi
alrededor se agolpaba la gente con la que había estado durante toda
la noche, mirándome con expresión de preocupación
y urgencia en sus rostros. Trataban de decirme algo, sin que yo fuera capaz
de entender sus palabras, pero sus gestos me bastaron para adivinar que
querían que les siguiera, así que tras ponerme mi armadura,
eso hice.
De todas formas, la posible vuelta de sus enemigos no parecía preocupar a mis actuales compañeros, que tras la victoria comenzaron una nueva fiesta, durante la cual cambio completamente mi opinión sobre ellos. Durante esta fiesta , tomaron a los enemigos que habían quedado vivos, o con heridas leves, (a los mortalmente heridos, ya los habían rematado), y en el centro de la ciudad los sacrificaron a su diosa. Esto, aunque no era una costumbre que mi raza compartiera, era capaz de comprenderlo, lo que me hizo abandonar su compañía, fue el hecho de que también sacrificaran a los familiares de sus propios heridos8. Semejante acto de desprecio hacia los suyos, hizo que me fuera imposible quedarme entre ellos, y, montándome nuevamente sobre Calathil, abandone la ciudad, con la esperanza de que estos bárbaros se exterminaran entre si. Pero después de abandonar la ciudad, me di cuenta de una cosa, no tenia ni idea de donde me encontraba, nunca antes había abandonado Hirth, y no sabia como volver a ella, todo lo anterior se había desarrollado con tanta rapidez, que no me había dado cuenta de que estaba completamente perdido en el exterior. Pero cual fue mi sorpresa, cuando, tras finalizar mis pensamientos, descubrí que Calathil me había llevado hasta la entrada de una gran gruta, en cuya entrada encontré las marcas de mi ciudad. Tras abandonar a Calathil, me adentre en esa gruta, y tras un rato deambulando por su interior, llegue hasta una de las entradas de Hirth, donde los guardias me dieron el alto. No recuerdo ningún otro momento en mi vida en el que me alegrara tanto escuchar la voz de otro ser hablando en mi mismo idioma. Si pensaba que las cosas habían ido deprisa
hasta ese momento, la velocidad de los hechos que sucedieron a continuación
no los dejaron atrás. Tan absorto en mis pensamientos estaba yo
mientras Calathil me llevaba de vuelta a mi hogar, que no me di cuenta
de que los hombres que habían atacado la ciudad (soldados del ejercito
Menetiano, como descubriría mas tarde) habían mandado a varios
de sus hombres a perseguirme, y a pesar de que la velocidad de Calathil
era muy superior a la de sus caballos, habían logrado adivinar el
lugar al que me había dirigido.
Avanzamos entre sus tropas durante años, y elaen de ciudades lejanas cuya existencia desconocíamos se nos unieron. Calathil me condujo a un valle donde había mas de los suyos, y también se unieron a nosotros, e incluso los humanos de los territorios por los que pasábamos se nos unían. Y, finalmente, llegamos a la capital de su imperio, donde yo, personalmente acabe con la vida de su emperador delante de su propio hijo. Tras esto todos los elaen regresaron a sus respectivas ciudades, pero había algo que estaba en boca de todos. El nombre de aquel que les había sacado a la luz, y que había unido a todas las ciudades. Aquel que no envejecía, y que había encontrado a los shamlae. En definitiva, mi nombre. Mientras todos contaban mis hazañas, yo solo me sentía responsable de la muerte de Rudugark, y de todos aquellos que habían muerto durante la venganza, y no era algo de lo que me sintiera orgulloso. Pero quizás por eso había sido devuelto a la vida, y se me había dado a Calathil. Quizás, y solo quizás, ese era el deseo de Arcthuran. Así que cuando se me nombro Gomo Rúderak Trollellom9 a pesar de que no lo deseaba, lo acepte. Los humanos se repartieron las tierras del caído imperio, mientras nosotros tratábamos de recuperar la vida que habíamos perdido durante la venganza, pero nada volvería a ser igual. Los guerreros elaen mas jóvenes habían nacido en la superficie, y en ella querían quedarse. No todo el mundo estaba contento con el reparto de las tierras, y hubo pequeñas guerras. En estas, los débiles venían a pedirnos ayuda, y comenzaron a asentarse a la entrada de las cuevas que daban a nuestras ciudades, y estas a su vez cada vez se ampliaban mas hacia el exterior. Pero no todo fue malo, pues gracias a esto conocimos a otros elaen, con distintas culturas, y trabamos amistad con los krieg de los bosques de Toshat, y los nómadas Zulera cuyo modo de vida nos sorprendió, y quienes, a pesar de llamarlo de distinta manera, también adoran a Arcthuran (aunque por supuesto ellos dicen que nosotros somos los que adoramos a sus dioses pero con nombres distintos, lo cual hizo que tuviéramos entretenidas discusiones durante las noches de acampada). Tras un tiempo de inestabilidad, finalmente llego la calma, y con ella la paz. Los Maleri sabían que aquellos que se habían asentado junto a nuestras montañas estaban bajo nuestra protección, así como los Zulera y los krieg de Toshat, por lo tanto se dedicaban a intrigar los unos contra los otros. Mientras tanto, aquellos que vivían al oeste de las montañas Zorak sabían que les pasaría si volvían a intentar cruzar las montañas con intenciones hostiles. Se comenzó la construcción de las ciudades exteriores10, y de las fuentes de Graath, así como de vías de comunicación con las ciudades elaen con las que no habíamos tenido contacto. Con el tiempo me resigne a la labor que me había sido encomendada. Al ser el Gomo Rúderak tenia que ser el mejor en todos los campos, ya que yo era la autoridad definitiva de mi pueblo. Allí donde la autoridad de los Ruak quedaba en entredicho, la mía era suprema, y tenia que estar preparado para ello. Así que lo estudie todo, tanto de nuestra cultura, como la de nuestros aliados y enemigos, tratando de encontrar soluciones justas, pero con el tiempo descubrí que la justicia pura no existía. Mi sociedad, a la que yo había considerado perfecta comenzó a desmoronarse al entrar en contacto con la de los humanos, nuestros antiguos preceptos, se convirtieron simplemente en eso, antiguos, y muchos de los míos dejaron sus ciudades en busca de la sociedad de los humanos, en las que había leyes de las que se podían aprovechar en beneficio propio. Nuestro modo de vida que antaño nos pareciera tan cómodo y sencillo, comenzó a desmoronarse, y toda la culpa era mía. Pero cuando creí que las cosas no podían ir a peor, llegaron los Shizune. Exiliados por un emperador demente llegaron a nuestras
costas en busca de asilo y un lugar en el que establecerse, y tuvieron
la mala suerte de llegar a la zona controlada por los belicoso Maleri.
Estos tomaron la flota de exiliados como hostil, y como a tal la atacaron,
viéndose obligados los Shizune a defenderse. Entre ellos había
algunos Ilawar que disponían de tecnología que usaron en
la defensa de los barcos, y que causaron grandes destrozos en las murallas
de las ciudades costeras Maleri de Zudnat Hélesher y Karkoa.
Su sola presencia en Héleser hizo que las
hostilidades cesaran, pero a la vez provoco que gran cantidad de tropas
Maleri se desplazaran a esta ciudad, hacia mucho tiempo que los humanos
querían apoderarse de los secretos de las maquinas Ilawar, y esta
ocasión se les antojó demasiado buena para dejarla escapar.
Tras este cese, se les permitió a las naves Shizune atracar en las
ciudades Maleri. Gran parte de los viajeros estaban en muy malas condiciones
físicas, y algunos habían muerto desnutridos. La flota no
habían sido aprovisionadas para mantenerse en el mar tanto
tiempo, y los víveres se habían agotado poco antes del cese
de las hostilidades.
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