TROLLELLOM
    Paz. Es increíble la cantidad de atrocidades que cometemos en nombre de la paz y el entendimiento entre las gentes. Cada vez me cuesta mas convencerme de que lo que hago es para conseguirle a mi gente un futuro mejor y no por pura y simple ambición y muchas veces me pregunto: Si mis métodos cada vez me convencen menos, ¿como puedo esperar que lo hagan a aquellos que resultan perjudicados por ellos?. ¿Como puedo esperar que la gente crea en mi, cuando mi mensaje pide la libertad de todas las personas y yo le he quitado esa libertad a todo un pueblo?. Pero lo que mas me entristece de esta situación, es saber que soy la mejor opción que tiene mi pueblo para conservar la paz..
Darus Hardhitter
Señor Inmortal de Trollellom
Sumo sacerdote de Arcthuran
 
    Así que queréis conocer mi historia y la de mi pueblo. Bien pues sentaos y no tengáis prisa pues esta es una historia larga y triste. Mi nombre es Darus Hardhitter y nací cuando los años no eran contados y mi pueblo se escondía de los humanos.

    Vivíamos felices en la oscuridad junto a nuestros hermanos menores1 pues sabíamos que Arcthuran, el señor de las profundidades, nos protegía de los enemigos de mas allá de los  túneles. La vida era sencilla, trabajar en las fuentes de Graath2 para conseguir la comida necesaria  y después de trabajar estar con los amigos. Cada persona hacia lo que mejor sabia hacer. Los cazadores traían pieles de Krothares y Grithsani, para que los artesanos hicieran trajes para protegernos del frío de las profundidades, los maestros herreros forjaban en frío3 armas y armaduras para que los guerreros nos protegieran de los ataques Haeg y de la gente de mas allá de los túneles. Al no conocer el día y la noche trabajábamos cuando lo veíamos necesario y cuando nos cansábamos dormíamos.

    Había oído historias que contaban los ancianos sobre los habitantes de mas allá de los túneles, contaban que poseían artefactos que nos hacían sentir4  mal nuestro entorno lo que les daba una ventaja aterradora, pero nunca había dado crédito a tales palabras, por aquel entonces hacia mucho tiempo que los humanos no atacaban nuestras ciudades y mas tiempo aun desde que uno de nosotros hubiera visto el fuego o la luz.
    Yo nací en una de estas ciudades subterráneas y, durante mi juventud se me inculcaron las enseñanzas de Arcthuran, estas enseñanzas eran sencillas y mi gente las respetaba sin ninguna dificultad, no había leyes, cada cual podía hacer lo que deseara, siempre que eso no perjudicara a nadie, aquel que traicionara estos preceptos desde ese momento carecía de ningún derecho.
    Mi vida era tranquila pues era un guerrero y rara vez se atrevían los Haeg a atacarnos, pero mi existencia sin que yo lo supiera estaba a punto de dar un giro que cambiaría mi destino y el de mi pueblo. Yo permanecía de guardia en la entrada de uno de los túneles que daba acceso a la ciudad de Hirth, cuando sentí casualmente la presencia de una criatura totalmente desconocida para mi, su tamaño era colosal pero sus movimientos eran rápidos y silenciosos, su sola presencia hizo que sintiera un terror como no había conocido antes, un terror inexplicable que recorrió todo mi cuerpo y me mantuvo detenido durante varios minutos. Una vez me recupere de esta sensación nueva para mi decidí seguir a la criatura. A pesar de que se había ido hace rato el hedor de su presencia permanecía allí y no me fue difícil seguirlo aunque con cada paso que daba me daba la sensación de estar acercándome a mi propia muerte. Nunca me había alejado tanto de la ciudad, y, así lo seguí por pasadizos que hacia mucho que nadie pisaba cuando, de repente, deje de percibir lo que me rodeaba, en un momento pase de estar en los túneles que conocía desde mi infancia a un mundo lleno cosas extrañas. No podéis imaginar la sensación que experimenta alguien que ha vivido toda su vida en la oscuridad, al ser asaltado súbitamente por un mundo desconocido lleno de colores y sensaciones nuevas. Tras recuperarme de la sorpresa inicial tarde varias horas en acostumbrarme a ese nuevo sentido que era para mi la vista, cada paso que daba me descubría nuevas formas hasta entonces desconocidas para mi. A pesar de que no comprendía como funcionaba este nuevo sentido ni por que había desaparecido mi percepción, seguí avanzando por el túnel, pero tras recuperarme de la sorpresa, regreso a mi la sensación de miedo esta vez acrecentada por lo extraño de la situación, sobreponiéndome una vez mas a esta sensación continúe avanzando por el túnel preparado, esta vez, para cualquier cosa que pudiera suceder, pero cuando alcance el final del túnel todas mi s defensas se vinieron abajo, pues nada de lo que pudiera haberme imaginado o temido podía asemejarse a lo que se encontraba delante mío.

    Ante mi se encontraba la fuente de la luz que había fulminado mi percepción, esta, provenía de una grieta palpitante que se abría y cerraba pausadamente y, que como una herida abierta en el mismo corazón de la tierra, desprendía un liquido que se secaba nada mas abandonar la grieta. Reuniendo los últimos resquicios de mi maltrecho valor, me introduje en la grieta y, cual fue mi sorpresa, cuando nada mas entrar en ella me invadió una sensación de tranquilidad como nunca antes había sentido. Me sentía uno con la tierra como si acabara de llegar a un hogar que llevara buscando toda mi vida. Con ánimos renovados avance por la abertura cuyas paredes estaban recorridas por grietas que desprendían una luz rojiza que parpadeaba constantemente y desprendían un liquido similar al de la entrada que creaba formas cristalinas de increíble belleza al entrar en contacto con el suelo. Estaba tan absorto con estas maravillas que no vi que me acercaba a un pozo sobre el que me precipite sin poder evitarlo.
    Mientras caía, me sorprendí a mi mismo observando las paredes del pozo que estaban recorridas por grietas a modo de venas acompañándome en mi caída. Por alguna extraña razón el hecho de precipitarme hacia una muerte segura no me causaba el mas mínimo temor, es mas, estaba convencido de que desde lo lejos alguien velaba por mi vida. El tiempo perdió significado, pues mi percepción de este se desvaneció de igual manera que lo había hecho mi  percepción, en lugar de caer me parecía estar flotando hacia algún maravilloso lugar y me pregunte si no estaría muerto y en esos momentos me dirigía a reunirme con el señor de las profundidades.
    El hedor de la criatura a la que estaba persiguiendo me devolvió bruscamente a la realidad, las paredes del pozo se habían ido ensanchando según iba cayendo dando paso a una inmensa gruta sobre cuyo suelo me pose suavemente. Una vez mas me atenazo el miedo que me había provocado la criatura la primera que la sentí esta vez incrementado por su visión. Media mas de 10 metros y unas alas correosas colgaban a su espalda, cada uno de sus seis brazos sujetaba un arma mas grande que yo, su cara no reflejaba ningún tipo de sentimiento y, para su ojos que me miraban fijamente yo debía significar menos que nada, pues tras observarme se dio la vuelta encarando su verdadero objetivo haciendo retumbar el suelo con cada una de sus pisadas. Frente a nosotros se encontraba una esfera que desprendía una luz cegadora y en cuyo centro se encontraba una criatura que se movía torpemente, como un recién nacido.
    Al tomar conciencia de lo que se encontraba ante mi, el temor que me atenazaba desapareció y me inundo una sensación de ira al comprender lo que pretendía la criatura y, poseído por una rabia inhumana le ataque. No iba a permitir que se apoderara del Legado5. La criatura ni siquiera volvió la vista cuando lance mi grito de guerra y, de un manotazo aplasto mi cuerpo contra la pared como quien espanta a un insecto matándome instantáneamente.

    Me desperté en una caverna. Había recuperado mi percepción y toqué mi pecho que debía estar aplastado y me sorprendí al encontrarlo intacto. Poco después me llego una ráfaga de aire que me obligaba a retroceder. Tras caminar unos pocos metros con gran esfuerzo, escuche dos voces que discutían en un extraño idioma y que hacían retumbar la caverna en la que me encontraba. Continué avanzando por el túnel sin comprender lo que me estaba sucediendo, todo había pasado tan rápidamente que no era capaz de asimilarlo. Mi mente se negaba a reconocer que estaba muerto. De repente el túnel desapareció dejándome flotando en compañía de miles de seres sin forma que revoloteaban a mi alrededor, en el centro de la escena, se alzaban dos seres cuyo tamaño dejaba en ridículo al de la criatura que me había matado. Su sola presencia hizo que una sensación de inquietud recorriera hasta la ultima fibra de mi ser. Poco tarde en darme cuenta de quienes eran. Arcthuran y Evyal, El Gran Dragón y El Señor de la Tierra de los Muertos. Cada vez que uno de ellos pronunciaba una palabra me veía empujado como azotado por el mas poderoso de los huracanes. Parecían enzarzados en una discusión en la que ninguno de los dos quería ceder, poco a poco el volumen de sus voces fue aumentando hasta que, de repente, tan bruscamente como había comenzado la discusión ceso, y los dos seres se volvieron hacia mi y me miraron como quien examina un insecto que pasa por delante. Después sin media una palabra mas desaparecieron, y yo me encontré repentinamente pesado y comencé a caer dejando restos de mi ser desperdigados por el aire mientras me precipitaba.

    Súbitamente recupere el conocimiento a tiempo para ver como mi pecho se iba regenerando, provocándome un dolor aun mayor al del golpe que lo había causado, como recordándome que mi anterior experiencia no había sido una pesadilla. Nuevamente me encontraba en la caverna del legado. Me levante y me acerque a este sin saber bien que era lo que estaba haciendo, me sentía atraído por él sin poder hacer nada para remediarlo. La criatura que se encontraba en su interior asumía nuevas formas con cada uno de mis parpadeos, hipnotizándome, atrayéndome con una mano invisible. Cuando ya estuve cerca, alargue mi mano intentando tocar a la criatura, atravesé la esfera como si esta no existiera y toque al ser que en ella habitaba, al instante me vi asaltado por todo tipo de sensaciones que me desorientaron y me hicieron retroceder mientras la criatura crecía hasta desbordar la esfera que exploto inundando la gruta de luz.
    Cuando me recupere vi flotando en el centro de la caverna a la criatura mas hermosa que pudiera concebir mi imaginación, Calathil, el primero de los Shamlae6. Me miraba con su gran ojo rojo como examinándome, y me acerque a el como atraído por un lazo común, me alce sobre su espalda. En ese momento el techo de la cueva se abrió y Calathil se elevo conmigo erguido sobre el. Mientras nos elevábamos el viento golpeaba mi rostro cada vez a mas velocidad y, me parecía estar despertando de un sueño hasta que llegamos al exterior. Era de día y, por primera vez vi el cielo iluminado por los rayos del sol, al contemplar todo el espacio abierto que me rodeaba me asalto una sensación de vértigo que me hizo tambalearme de Calathil pero para mi sorpresa mis pies estaban pegados a su espalda lo cual impidió que cayera al vacío. 

    Estuvimos volando hasta que el anochecer nos sorprendió, descubriendo nuevos paisajes y disfrutando de casa instante. La vista comenzó a fallarme con la llegada de la oscuridad y, cual fue mi sorpresa cuando al cerrar los ojos para descansar la vista volvió a mi el sentido oscuro. En la lejanía vislumbre movimiento de una gran masa de seres y, me acerque buscando establecer contacto con los habitantes del mundo de la superficie. Lo primero que me sorprendió al llegar fue su apariencia, los pocos supervivientes de los encuentros con ellos siempre los habían descrito como criaturas informes de tamaños colosales y, lo que yo sentía eran seres muy parecidos a mi mismo pero mas pequeños, tanto fue así que en un principio los confundí con nuestros hermanos menores, pero al acercarme mas me apercibí de que eran demasiado pequeños para pertenecer a esa raza.  Me acerque todavía receloso esperando alguna horrible mutación del gentío en cualquier momento, pero según descendía Calathil, los humanos que nos iban viendo huían despavoridos lo cual me produjo una extraña sensación de gozo. Calathil continuó descendiendo hacia la ciudad humana hasta que se detuvo a un palmo del suelo momento en el cual descendí de su lomo. Sentía a mi alrededor la presencia de muchos humanos agazapados entre sus edificios, les salude pero no entendían mi idioma, así que espere a que se calmaran o llegara alguno de sus sabios.  Poco tiempo tuve que esperar pues enseguida oí a mi espalda una voz femenina pronunciar una palabra “Harag7”, solo con esta palabra los humanos que estaban escondidos salieron y, comenzaron a hablar entre ellos repitiendo constantemente ese nombre. Me volví hacia la humana, era mas pequeña que los humanos que la rodeaban pero a pesar de ello estos parecían respetarla y, ella no parecía temerme como sus congéneres. Se acerco a mi con un aureola de confianza que me impresionó y me hablo con seguridad.. A pesar de no entender lo que decía me pareció entender en sus palabras una petición de ayuda. Poco a poco su voz fue ganando en fuerza y, cada una de sus palabras parecían enfervorizar a la gente que nos rodeaba hasta que estos estallaron en vítores y se abalanzaron sobre mi alzándome en el aire. Tras este recibimiento comenzó una gran fiesta, que duró hasta el amanecer, y en la que tuve oportunidad de probar los alimentos, bebidas y mujeres de la superficie.

    Cuando desperté a la mañana siguiente, recordaba los sucedido hasta ese momento como un sueño, pero me basto abrir los ojos para que esa idea desapareciera de mi mente. A mi alrededor se agolpaba la gente con la que había estado durante toda la noche, mirándome con expresión de preocupación y urgencia en sus rostros. Trataban de decirme algo, sin que yo fuera capaz de entender sus palabras, pero sus gestos me bastaron para adivinar que querían que les siguiera, así que tras ponerme mi armadura, eso hice.
 Me llevaron hasta las murallas de su ciudad, y ya mientras no acercábamos a ellas escuche un gran alboroto, lo cual hizo que comenzara a preocuparme, sensación esta, que se acrecentó cuando mire por encima de la empalizada, pues al otro lado de esta se agolpaba un ejercito inmenso. Humanos, ataviados con todo tipo de armaduras, y armas, se agolpaban a las puertas de la ciudad. Tantos eran, que en la lejanía no se veía el suelo. Gigantescas maquinas de asedio tiradas por bestias inmensas (era la primera vez que veía ambas cosas) se acercaban a la ciudad con paso seguro, y, fue entonces, cuando me fije en que todos los hombres de la ciudad me estaban mirando, expectantes de cual seria mi primera acción.
 Yo entonces era joven, y no me plantee la situación, los humanos de la ciudad habían demostrado ser buena gente (todavía no sabia que me habían tomado por un avatar de su dios), y no lo dude, obviamente los atacante eran malos (ahora me hace gracia la inocencia de la que hacia gala en esos tiempos en los que creía saberlo todo). Guiado por un equivocado sentido del heroísmo, monte sobre Calathil, y me abalance sobre las hordas atacantes (todavía no logro entender como conseguí que no me mataran de nuevo ese mismo día) sus flechas al igual que sus espadas rebotaban sobre mi coraza, y sobre la dura piel de mi montura. Volábamos velozmente haciendo pasadas sobre sus filas, y causando estragos allí por donde pasábamos, y entonces, guiados por mi locura, las puertas de la ciudad se abrieron, y los anteriormente defensores, se convirtieron en atacantes ante el asombre de sus enemigos que no podían entender como habían cambiado tan velozmente las tornas, y para rematar el impacto de la situación, de varias certeras pasadas, Calathil destruyo sus maquinas de asedio, que se desplomaron sobre los hombres que se apelotonaban a su alrededor. Estos simples hechos, ayudados de la ignorancia de los humanos (los habitantes de la superficie se habían olvidado de mi raza, y me tomaron por alguna clase de demonio), causo el caos entre sus filas, que huyeron. Pero sabia que solo era cuestión de tiempo que se dieran cuenta de nuevo de su aplastante superioridad numérica, y volvieran.

    De todas formas, la posible vuelta de sus enemigos no parecía preocupar a mis actuales compañeros, que tras la victoria comenzaron una nueva fiesta, durante la cual cambio completamente mi opinión sobre ellos. Durante esta fiesta , tomaron a los enemigos que habían quedado vivos, o con heridas leves, (a los mortalmente heridos, ya los habían rematado), y en el centro de la ciudad los sacrificaron a su diosa. Esto, aunque no era una costumbre que mi raza compartiera, era capaz de comprenderlo, lo que me hizo abandonar su compañía, fue el hecho de que también sacrificaran a los familiares de sus propios heridos8. Semejante acto de desprecio hacia los suyos, hizo que me fuera imposible quedarme entre ellos, y, montándome nuevamente sobre Calathil, abandone la ciudad, con la esperanza de que estos bárbaros se exterminaran entre si.

    Pero después de abandonar la ciudad, me di cuenta de una cosa, no tenia ni idea de donde me encontraba, nunca antes había abandonado Hirth, y no sabia como volver a ella, todo lo anterior se había desarrollado con tanta rapidez, que no me había dado cuenta de que estaba completamente perdido en el exterior. Pero cual fue mi sorpresa, cuando, tras finalizar mis pensamientos, descubrí que Calathil me había llevado hasta la entrada de una gran gruta, en cuya entrada encontré las marcas de mi ciudad. Tras abandonar a Calathil, me adentre en esa gruta, y tras un rato deambulando por su interior, llegue hasta una de las entradas de Hirth, donde los guardias me dieron el alto. No recuerdo ningún otro momento en mi vida en el que me alegrara tanto escuchar la voz de otro ser hablando en mi mismo idioma.

    Si pensaba que las cosas habían ido deprisa hasta ese momento, la velocidad de los hechos que sucedieron a continuación no los dejaron atrás. Tan absorto en mis pensamientos estaba yo mientras Calathil me llevaba de vuelta a mi hogar, que no me di cuenta de que los hombres que habían atacado la ciudad (soldados del ejercito Menetiano, como descubriría mas tarde) habían mandado a varios de sus hombres a perseguirme, y a pesar de que la velocidad de Calathil era muy superior a la de sus caballos, habían logrado adivinar el lugar al que me había dirigido.
    Mientras estaba dando explicaciones a los guardianes de la puerta de la serie de asombrosos sucesos de los que había sido protagonista, estos hombre (cerca de una treintena), nos atacaron. La escasa luz de sus linternas basto para que los dos elaen que hablaban conmigo perdieran su percepción, teniendo que enfrentarme prácticamente yo solo a todos ellos. A pesar de que debido a la anchura del túnel, no podían enfrentarse todos a la vez a mi, varios de ellos lograron sobrepasarme para atacar a mis cegados compañeros, que daban hachazos al aire sin ser capaces de ver a sus enemigos, y con las mismas posibilidades de acertarles a ellos, como a mi. Yo veía el combate perdido hasta que me acorde de que bastaba con cerrar los ojos para que nuestra percepción volviera, y así se lo dije a mis compañeros. Con tres simples palabras basto para que las tornas del combate cambiaran, ya que al poder sentir lo que les rodeaba, y al estar acostumbrados en lugares cerrados como ese, entre los tres logramos hacer que ninguno de los humanos pudiera ponerse a nuestro flanco, y gracias a la longitud de nuestros brazos y armas, ellos no podían acercarse lo suficiente con sus armas como para ser peligrosos.
    Tras ver caer a la mitad de ellos, dos de ellos huyeron, mientras los demás daban sus vidas para que no fuéramos capaces de perseguirles, y, habiendo visto yo la cantidad de hombres que componían su ejercito, me imagine lo que vendría después. Dejando en la puerta a los dos guardias, me dirigí a toda prisa a las estancias de los Ruak para informar de todo lo que había sucedido, y lo que me temía podía suceder a continuación.
    Al poco tiempo, mis temores se volvieron realidad. Hirth fue atacada por una oleada inmensa de humanos, solo que esta vez estabamos preparados desde un principio para su ataque y sus luces, tras una ardua batalla fueron rechazados. Pero no contentos con una derrota, los humanos volvieron una y otra vez, cada vez con mayor cantidad de soldados, hasta que al final, en una de estas batallas, Rudugark, el mas anciano de los Ruak, murió. Este suceso marco un punto de inflexión en la guerra, e hizo que por primera vez en milenios, abandonáramos nuestra ciudad, y, asimismo, mandamos mensajeros a las demás ciudades elaen que conocíamos para que nos ayudaras a poner fin a este conflicto, y la respuesta fue masiva, Rudugark había sido un elaen muy querido por todos. Ruak de todas las ciudades vinieron a ver como era lanzado su cuerpo al abismo, acompañados cada uno de ellos con cinco mil soldados. Tras la ceremonia, finalmente salimos a la luz. Sabíamos que nos esperaban, pero no nos importo, nos oyeron llegar desde lo lejos, y el temor se veía en sus ojos, eso nos alegro, sus flechas fueron disparadas contra los primeros en salir, pero no les detuvo, cargamos, y la tierra tembló.

    Avanzamos entre sus tropas durante años, y elaen de ciudades lejanas cuya existencia desconocíamos se nos unieron. Calathil me condujo a un valle donde había mas de los suyos, y también se unieron a nosotros, e incluso los humanos de los territorios por los que pasábamos se nos unían. Y, finalmente, llegamos a la capital de su imperio, donde yo, personalmente acabe con la vida de su emperador delante de su propio hijo.

    Tras esto todos los elaen regresaron a sus respectivas ciudades, pero había algo que estaba en boca de todos. El nombre de aquel que les había sacado a la luz, y que había unido a todas las ciudades. Aquel que no envejecía, y que había encontrado a los shamlae. En definitiva, mi nombre. Mientras todos contaban mis hazañas, yo solo me sentía responsable de la muerte de Rudugark, y de todos aquellos que habían muerto durante la venganza, y no era algo de lo que me sintiera orgulloso. Pero quizás por eso había sido devuelto a la vida, y se me había dado a Calathil. Quizás, y solo quizás, ese era el deseo de Arcthuran. Así que cuando se me nombro Gomo Rúderak Trollellom9 a pesar de que no lo deseaba, lo acepte.

    Los humanos se repartieron las tierras del caído imperio, mientras nosotros tratábamos de recuperar la vida que habíamos perdido durante la venganza, pero nada volvería a ser igual. Los guerreros elaen mas jóvenes habían nacido en la superficie, y en ella querían quedarse. No todo el mundo estaba contento con el reparto de las tierras, y hubo pequeñas guerras. En estas, los débiles venían a pedirnos ayuda, y comenzaron a asentarse a la entrada de las cuevas que daban a nuestras ciudades, y estas a su vez cada vez se ampliaban mas hacia el exterior.

    Pero no todo fue malo, pues gracias a esto conocimos a otros elaen, con distintas culturas, y trabamos amistad con los krieg de los bosques de Toshat, y los nómadas Zulera cuyo modo de vida nos sorprendió, y quienes, a pesar de llamarlo de distinta manera, también adoran a Arcthuran (aunque por supuesto ellos dicen que nosotros somos los que adoramos a sus dioses pero con nombres distintos, lo cual hizo que tuviéramos entretenidas discusiones durante las noches de acampada).

    Tras un tiempo de inestabilidad, finalmente llego la calma, y con ella la paz. Los Maleri sabían que aquellos que se habían asentado junto a nuestras montañas estaban bajo nuestra protección, así como los Zulera y los krieg de Toshat, por lo tanto se dedicaban a intrigar los unos contra los otros. Mientras tanto, aquellos que vivían al oeste de las montañas Zorak sabían que les pasaría si volvían a intentar cruzar las montañas con intenciones hostiles.

    Se comenzó la construcción de las ciudades exteriores10, y de las fuentes de Graath, así como de vías de comunicación con las ciudades elaen con las que no habíamos tenido contacto. Con el tiempo me resigne a la labor que me había sido encomendada. Al ser el Gomo Rúderak tenia que ser el mejor en todos los campos, ya que yo era la autoridad definitiva de mi pueblo. Allí donde la autoridad de los Ruak quedaba en entredicho, la mía era suprema, y tenia que estar preparado para ello. Así que lo estudie todo, tanto de nuestra cultura, como la de nuestros aliados y enemigos, tratando de encontrar soluciones justas, pero con el tiempo descubrí que la justicia pura no existía. Mi sociedad, a la que yo había considerado perfecta comenzó a desmoronarse al entrar en contacto con la de los humanos, nuestros antiguos preceptos, se convirtieron simplemente en eso, antiguos, y muchos de los míos dejaron sus ciudades en busca de la sociedad de los humanos, en las que había leyes de las que se podían aprovechar en beneficio propio. Nuestro modo de vida que antaño nos pareciera tan cómodo y sencillo, comenzó a desmoronarse, y toda la culpa era mía. Pero cuando creí que las cosas no podían ir a peor, llegaron los Shizune.

    Exiliados por un emperador demente llegaron a nuestras costas en busca de asilo y un lugar en el que establecerse, y tuvieron la mala suerte de llegar a la zona controlada por los belicoso Maleri. Estos tomaron la flota de exiliados como hostil, y como a tal la atacaron, viéndose obligados los Shizune a defenderse. Entre ellos había algunos Ilawar que disponían de tecnología que usaron en la defensa de los barcos, y que causaron grandes destrozos en las murallas de las ciudades costeras Maleri de Zudnat Hélesher y Karkoa.
 Tras dos meses de hostilidades, las noticias sobre la presencia Ilawar en el conflicto llego a oídos de, Orodun Keishar, por aquel entonces Eyr de la ciudad Ilawar de Kayakán, quien, por primera vez abandono la seguridad de la montaña con una escolta de destructores de almas, y pidió a los Maleri que cesaran sus hostilidades contra las supuestas flotas invasoras.

    Su sola presencia en Héleser hizo que las hostilidades cesaran, pero a la vez provoco que gran cantidad de tropas Maleri se desplazaran a esta ciudad, hacia mucho tiempo que los humanos querían apoderarse de los secretos de las maquinas Ilawar, y esta ocasión se les antojó demasiado buena para dejarla escapar. Tras este cese, se les permitió a las naves Shizune atracar en las ciudades Maleri. Gran parte de los viajeros estaban en muy malas condiciones físicas, y algunos habían muerto desnutridos. La flota no habían sido aprovisionadas  para mantenerse en el mar tanto tiempo, y los víveres se habían agotado poco antes del cese de las hostilidades.
Bajo el pretexto de que los hombres no podían ser movidos de la ciudad dado su estado, lo que permitió que tanto los Ilawar como sus maquinas se quedaran al alcance de los Maleri. Pero para la sorpresa  de estos, alguna clase de fuerza invisible impedía que nadie subiera a los barcos (que era donde los Ilawar habían dejado sus maquinas).
    Al ver que no lograban derribar las barreras establecidas sobre los barcos, y que los heridos se recuperaban con rapidez, viendo que se le agotaba el tiempo del que disponía para apoderarse de los artefactos Ilawar, Gothrund, el señor de Muliria, 


 

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